Que es el Yoga

EL YOGA ES UNA CIENCIA ESPIRITUAL

“¡Oh, Aryuna!, el mejor yogui es aquel que considera el placer y el dolor de todos los seres como si fueran suyos”.
Srimad Bhagavad-Guita (VI-32)

“Fija tu mente solamente en Mí, coloca tu intelecto en Mí, y sin duda vivirás en Mí”.
Srimad Bhagavad-Guita (XII-8)


Por Andrei Ram Om

TRANSMITIR LA TRADICIÓN HOY
Om Namah Shivaya
En estos tiempos, en términos generales, el yoga se reduce popularmente a la práctica de ejercicios físicos, tal vez porque en la cultura occidental es más sencillo vincularse primero con lo externo y visible. Y en el yoga lo más visible son las posturas; en sánscrito, asana. Pero las posturas son solo un aspecto ínfimo dentro de la profundidad de la ciencia del yoga. Imaginemos la costa de Vizcaya en relación con el océano, con todos los océanos del planeta; pensemos en lo pequeña que puede ser en comparación. Algo así es la proporción entre el asana y la inmensidad del yoga.

Yoga significa unión, la unión con la Conciencia Suprema. El propósito último del yoga es, entonces la Autorrealización Suprema del Ser. Para alcanzarlo, los Yoga Sutras de Patanjali definen el método: “Yoga es el aquietamiento absoluto de toda fluctuación mental”. Si eso que llamamos realización personal se refiere al desarrollo de la personalidad, los logros profesionales y de otras metas externas, la Autorrealización Suprema es el auto-reconocimiento del yo en unión con el Todo o, en otras palabras, con aquello que se define como Dios. Una Única Unidad.
Aunque fuéramos por primera vez a una clase con la simple intención de estirarnos, eventualmente, con la repetición de los mismos ejercicios físicos, podemos comenzar a dejar atrás las preocupaciones (y otras fluctuaciones mentales), porque la mera atención en la alineación de la postura comienza a inducir a la actividad mental a centrarse más en el presente, permitiendo que los niveles supra-mentales, aquellos que siguen a la mente, se empiecen a revelar y purificar. Ahí es cuando empezamos a adentrarnos en el proceso de llevar la actividad mental a otra dimensión. Cuando la mente está más calmada y vamos aprendiendo a develar qué se oculta tras sus fluctuaciones, comenzamos a conectar con el estudio de la Conciencia, que es lo que le subyace. Cuando la mente está en absoluta quietud, podemos, por lo tanto, empezar a entender la esencia del Ser. El Ser que siempre continúa, libre de todo efecto temporal-espacial, libre de todo sufrimiento físico-emocional-mental.

Esa es la dimensión última que estudia el yoga, aquello que acontece más allá de la mente, aquello que define la realidad más profunda. En ese proceso de autoconocimiento integral, tarde o temprano, se llega a las preguntas: ¿De dónde viene el Ser?, ¿de dónde viene el Todo?, ¿cuál es la Fuente Suprema?, ¿qué es aquello a lo que se llama Dios?
En la práctica integral del yoga, tarde o temprano, se llega, entonces, a la dimensión espiritual.

Tarde o temprano, todos llegamos a lo mismo porque todos venimos de lo mismo.
Y allí Somos Uno y Todo.

***

El yoga es una ciencia, una disciplina, un sistema que estudia la esencia de la realidad y del Ser: la esencia del espíritu. El yoga es tal vez la única ciencia espiritual. No es una religión, y por eso tratamos de usar conceptos que no sean discordantes con la perspectiva de cada uno. Por eso preferimos hablar de Conciencia Suprema o lo Supremo, en vez de Dios, aunque sea lo mismo. No importa el credo religioso, si acaso el practicante lo tiene: el yoga proporciona técnicas y herramientas diarias para entrar en un espacio más profundo y elevado del Ser y de su relación con la Fuente Suprema.

Aparentemente el yoga ha estado más relacionado con la India, el hinduismo y el budismo. El hinduismo ha tomado mucho de la filosofía del yoga. También el budismo; sus más serios practicantes, y, por lo general, sus más elevadas autoridades, son así mismo grandes yoguis. Lo cual no quiere decir que uno tiene que ser budista o hinduista para practicar el yoga. Cualquier persona, independientemente de su credo o su no credo, puede alcanzar la Autorrealización Suprema, e incluso llegar a ser yogui, a partir de la práctica integral del yoga.
Así mismo, cualquier practicante que persevera en la práctica integral, puede alcanzar el estadio más alto del Ashtanga „Ÿlos ocho miembros de la disciplina del yoga „Ÿ, que es la iluminación. La iluminación es un estado de gran claridad que nos permite un entendimiento de la realidad mucho más trascendente que lo que nos muestra la mente. Un entendimiento divino de la realidad. En esos estados comenzamos a entender todo desde la Conciencia Suprema. Algo así como en una fusión entre la Conciencia Suprema y el objeto, al que ya no se percibe desde el sujeto (el yo), sino desde la unificación absoluta con el objeto mismo. Si, por ejemplo, se desea saber qué es el fuego, no hay manera más elevada de hacerlo que fusionarse con el fuego, “volverse el fuego”. Si se llegase a ser fuego, ya no habría necesidad de saber lo que es el fuego. Es hacia esa dimensión a donde guía la práctica integral del yoga, hacia la realización, más que hacia el mero entendimiento.

Todo es proyección de la propia mente y de eso nos vamos haciendo más conscientes a través de la práctica del yoga. El aquietamiento de la actividad mental conduce a la purificación mental, y cuando alcanzamos tal estado, los juicios se diluyen. Sin juicios, va desapareciendo también la necesidad de definir las cosas para entenderlas siempre en el plano intelectual. La iluminación es un estado de tal pureza mental que nos permite dejar de ser lo que juzgamos, para comenzar a simplemente Ser. En este ámbito de la Autorrealización del Ser todo se va revelando, se abre una perspectiva mucho más grande de las cosas. Ya no se trata de entender al otro, sino de Ser Uno con el Otro, porque también ellos, en el fondo, son uno mismo. El entendimiento bajo esta perspectiva de la Autorrealización en el Otro es lo que en yoga llamamos la práctica de la Compasión.

Controlando la mente a través de la constante práctica de la Compasión, nos establecemos en un estado de autorrealización permanente. Tenemos una perspectiva de la realidad más integral, libre de todo juicio, conflicto, contradicción, separatismo, discriminación: libre de esas poderosas causas del sufrimiento personal y mundial.

La autorrealización suprema del Ser, como propósito ultimo del yoga, guía así a la liberación. A la liberación del sufrimiento. Generalmente es en la dolencia física donde primero se reconoce el sufrimiento. Pero la dolencia física no es nunca su raíz, sino más bien su fruto más tangible. Los profesores de yoga deben tener siempre presente que su función es ayudar a que las personas se liberen integralmente y no reducir su función al ajuste de la estructura anatómica de los estudiantes. Es la asistencia en el proceso de autorrealización de cada practicante lo que realmente puede marcar una transformación hacia la auto-liberación.
Un profesor de yoga tiene la altísima responsabilidad de, además de ayudar a los estudiantes a reajustar sus hábitos, equilibrar los desbalances físicos y sanar el cuerpo, conducirlos hacia la totalidad del yoga. No debe entender el yoga el instructor como algo disgregado, sino ser consciente de sus otros aspectos y sobre todo los que tienen que ver directamente con el Ser (Atma). Detrás de un problema físico o una dolencia, siempre hay desequilibrios más profundos que tienen relación directa con las emociones y las aflicciones mentales, pero cuya causa fundamental reside en la lógica del karma: la ley de la acción–reacción. Las acciones pasadas definen y construyen los patrones de la mente y, en consecuencia, el estado de toda existencia en el presente. De muy poco sirve que un profesor instruya una postura determinada a un estudiante si no logra completar ese proceso con los demás niveles y miembros de la práctica integral del yoga; solo así logra abarcar la complejidad de la vida misma del Ser, por naturaleza siempre integral.

Esta conciencia siempre integral de la ciencia del yoga es la que un profesor de yoga ha de mantener cada vez que guía una práctica. Es yoga lo que se debe practicar, no solo asana. El asana, la postura, es un vehículo preliminar que apoya el proceso de autorrealización suprema en los seres, pero si el instructor pierde la visión integral y se preocupa exclusivamente por la estructura corporal, la clase se convierte solo en una secuencia de estiramientos y en una exposición de términos anatómicos, lo cual impedirá que el instructor pueda ejercer la importante función de asistir al estudiante en su proceso único de liberación de todo sufrimiento
El asana es solo la puerta de entrada al espíritu. Pero lo que importa, en definitiva, es el espíritu en sí mismo, que es la esencia del Ser. El Ser Es, mucho antes de llegar a un cuerpo, y así continúa Siendo aún después de dejar esa temporal morada. Solo en el Ser eterno logramos la liberación absoluta. Así que cuando entramos en ese estado de realización de la plenitud interna, nada, ni siquiera la muerte, nos puede arrebatar tal plenitud. Si perdemos el temor a la muerte, ya no tenemos temor a nada, porque todo lo demás, aparte del Ser, es transitorio. Encontramos la luz de emergencia, como la llama mi gurú Sri Dharma Mittra: cuando se van todas las otras luces externas, encendemos la propia y ya no dependemos ni de nada ni de nadie. Uno Es la propia Luz.

¿Qué sigue cuando encontramos esa Luz? Pues ayudar a otros a que encuentren la suya.

Treinta años atrás no existían cursos de formación de profesores de yoga. Simplemente quienes se dedicaban a la práctica devota de esta disciplina tarde o temprano terminaban enseñando. Enseñar es el siguiente nivel de la práctica. Cuando transmitimos la tradición del yoga, accedemos a una dimensión antes desconocida. Recibimos: solo en el acto de dar, recibimos. Cuando empezamos a compartir la práctica, entendemos más profundamente la alineación, el pranayama, etcétera. Entendemos en cada técnica otro paso más profundo del mismo conocimiento al que antes no teníamos acceso como meros practicantes.
El propósito del yoga es la Autorrealización Suprema del Ser, el Yoga es tal Unión del Ser con la Fuente primordial, y esa unión ofrece un estado de plenitud autónoma que nada ni nadie puede quebrantar; tal Realización Suprema la clave para alcanzar la Liberación Absoluta frente a cualquier sufrimiento, interno o externo. En un mundo tan dependiente de las fuentes artificiales de confort y diversión, la práctica de tan efectivo método ancestral hacia la libertad y la felicidad naturalmente autogeneradas son cruciales. Y la guía de esta práctica como profesores es una misión que no debe ser reducida al ámbito físico-lógico.
Es tiempo de práctica integral y de enseñanza generosa consciente.

LOS ORÍGENES DEL YOGA: DESDE LOS ANAQUELES DEL SER A LA BIBLIOTECA DE LA TRADICIÓN

Cuando indagamos sobre los orígenes del yoga, la mayoría de escritos académicos contemporáneos ubican los comienzos de esta ciencia ancestral en una época de 3 mil a 5 mil años de antigüedad, con orígenes geográficos en las tierras altas de la India y el Tíbet. Pero en realidad sus inicios se extienden más allá de los límites espacio-temporales a los que la Historia puede acceder, porque el yoga surge de la conciencia misma: la Conciencia Suprema, que es eterna y multidimensional. Cuando abordamos esta ciencia desde la perspectiva de la conciencia directa, es la intuición profunda, desarrollada principalmente por la meditación, lo que se revela es bastante diferente de aquella que presentan los libros académicos. Solo en la fuente misma que genera el conocimiento yogui se puede encontrar qué tan realmente ancestral es y de dónde surge. Si cada practicante tuviese la oportunidad de seguir el método de estudio tradicional del yoga, guardarse en una caverna y permanecer allí por décadas, contemplando adentro, estudiando la profundidad del Ser, seguro que después saldría enteramente capacitado para exponer todo sobre el yoga: alineación, pranayama, meditación y principios filosóficos incluidos. Pues es la realización de la Conciencia Suprema, y la receptividad hacia ella, la que todo lo revela.

De allí en adelante, la ciencia del yoga se ha trasmitido por los certeros canales del linaje: de maestro a discípulo, y así ha sido a través de las eras y los siglos. Así que esta ciencia se ha enseñado más con el ejemplo que con la instrucción certificada.

Para ser congruente, pero sobre todo leal a tales principios, antes de proseguir surge necesario presentar el proceso de quien escribe, para ofrecer al lector la viva sinceridad de la tradición yogui. Empiezo entonces por presentar y ofrecer honras a mi maestro Sri Dharma Mittra, de quien he recibido la bendición de la iniciación y, con ello, la fortuna del linaje. ¡Om Guru Dev!

Desde la infancia he tenido experiencias que me han hecho muy consciente de que las cosas no terminan en lo meramente físico, que la vida humana no se limita a un costal de huesos y carne, como tantas veces suele ser tratada nuestra identidad corporal. Tuve en la niñez experiencias de esas que llaman “sobrenaturales”: veía, por ejemplo, a “muertos” y entendía mensajes que deseaban transmitir. Si esculcamos en las memorias tempranas, seguro todos podríamos encontrar en la niñez alguna de estas experiencias, más que sobrenaturales, profundamente naturales. Cuando una persona se va, algo de esa persona se queda. Somos espíritu, prana (energía vital). Cuando morimos, ese prana deja el cuerpo, pero no dejamos de Ser. Cuando esa energía se va, todavía puede ser experimentada, de pronto no por los ojos físicos, pero sí de otra manera. Esos que llaman fantasmas son justamente percepciones de la energía pránica de seres en ese nivel extra-corporal de existencia.

El proceso de experimentar y querer comprender que la naturaleza no termina aquí en el mundo físico me llevó al yoga.

Comencé a practicarlo concientemente después de estar cinco años haciéndolo por mi propia cuenta, sin saber exactamente lo que era. De alguna manera tuve la fortuna de no tener un maestro en los comienzos; lo que practiqué durante los tres primeros años me fue enseñado directamente por la Conciencia. Luego me regalaron mi primer libro de yoga y supe lo que estaba haciendo. Durante un tiempo viví en medio de la naturaleza, todos los días salía a caminar, buscaba una buena roca sobre la cual sentarme e intuitivamente cerraba los ojos y me dedicaba a percibir el afuera desde adentro, a sentir. Al levantarme necesitaba estirar el cuerpo y hacía movimientos y estiramientos corporales que luego identifiqué como el asana en aquel libro.

Luego siguieron siete años de auto-práctica apoyada por el estudio de libros tradicionales, hasta que reencontré a mi maestro, Sri Dharma Mittra. Mi predecesor es un ser con el que me he estado cruzando muchas vidas. Lo que comparto del yoga lo comparto de él y de todos los maestros que lo precedieron, porque el yoga es Uno transmitido a través de los diversos linajes. Porque la ciencia del yoga es como un árbol: cada hoja es un practicante, cada rama es un profesor, cada tronco es un gran maestro. El fruto de este árbol es la Autorrealización Suprema, y las raíces son los yama, los principios éticos universales. Sin ellos no puede existir el yoga, ni tampoco el fruto de su práctica, porque son estos principios los que liberan el camino hacia la liberación absoluta de obstáculos e impurezas.

Cualquiera podría pasar por este proceso para llegar al yoga, porque eso que conocemos como humanidad es, al fin y al cabo, la materialización de un nivel de la Conciencia específico dentro de este estrato tridimensional de La Realidad. Pero si miramos el Universo con detenimiento, podemos ver que no somos los únicos y que hay cosas que el mero plano físico no puede explicar. La humanidad es, más bien, una dimensión que hemos alcanzado dentro de un proceso muchísimo más largo –eterno—de la evolución de la Conciencia. Y así seguirá siendo, porque las leyes de esta evolución nunca paran.

Así que los números de años a los que se remonta el origen del yoga en los textos son perspectivas arqueológicas de la dimensión humana. Son patrones, estructuras, y el yoga busca lo contrario y es que nos liberemos de los esquemas, que son juicios, los juicios crean limitaciones y en las limitaciones están las raíces de todo sufrimiento: la ignorancia del Ser y las hirientes mentiras del mundo de la apariencia.

Esta perspectiva, si se quiere existencial del yoga, no excluye, sin embargo, la importancia de los libros fundamentales del yoga, que son también fuente de conocimiento sobre la tradición y el linaje. Son dos.

El Yoga Sutra de Patanjali es como la biblia del yoga, un conjunto de aforismos que han sido canalizados por ese sabio para generar un texto donde está explicada la totalidad de esta ciencia. Desde los principios de alineación hasta las facultades más sorprendentes que la práctica constante ha desarrollado en los yoguis −caminar sobre el agua, detener el corazón por horas o percibir y sanar a otra persona a miles de kilómetros de distancia−. Esto aforismos se condensan en solo unas veinte páginas, en cerca de 150 tratados. Sobre el asana, por ejemplo, solo hay tres sutras: todo el conocimiento y metodología del asana condensado en tres frases. Es allí donde reside la complejidad de este texto y por eso las versiones de este libro suelen contener cientos de páginas para interpretar los versos de Patanjali y hacerlos digeribles para el lector. Pero, en realidad, el único medio para entenderlos a cabalidad es el de la práctica sostenida, muchísimos años de práctica. Pues el yoga no aprende sino que se realiza, y es por la experiencia continua de sus principios como se accede a esa realización.

El Bhagavad-Guita, por otro lado, es el libro que señala el camino del yoga, el sendero del yogui. El Guita guía al practicante en el camino hacia su Realización Suprema. El Sutra es la llave que abre la puerta a la práctica del yoga, pero es el Guita la clave para realizar la conciencia del yoga.

LOS OCHO PASOS DEL YOGA

El sistema de la ciencia espiritual del Yoga tiene ocho pasos –ocho miembros— que integran la metodología para alcanzar la liberación. Esto se llama Ashtanga yoga.
Los dos primeros, yama y niyama, son los principios base, la raíz sin la cual no puede subsistir el árbol del yoga, aunque practiquemos el asana o cualquiera de los otros pasos a la perfección. Son, además, los que nos permiten aplicar el yoga a la vida real, directamente. Seguir estos principios en el campo de la acción, la palabra y el pensamiento es la manera más elevada de Ser-Yoga, y la más efectiva para recibir los beneficios de este buen vivir. La liberación cotidiana frente a todo sufrimiento se cultiva, entonces, por la germinación del yama y niyama; mientras que asana, pranayama (control de la respiración), prathyahara (control de los sentidos), dharana (concentración), dhyana (meditación), y, hasta la misma iluminación (samadhi) se descubren como herramientas técnicas para apoyar este camino ético de la vida, en armonía con La Naturaleza y La Fuente Espiritual Suprema.

Detallemos entonces los ocho miembros del Ashtanga yoga.

1. Yama: Son los cinco principios que nos protegen de crear karmas de sufrimiento. No son restricciones morales, sino prevenciones vitales. Al practicarlos sinceramente, evitamos sembrar semillas de sufrimiento en nuestra vida y la de los otros:

Ahimsa: Es la práctica de la no-violencia. Se puede empezar desde lo más fácil: aprender a no ser violentos con nuestro círculo familiar para luego evolucionar a lo más difícil, que es llegar a no ser violentos ni siquiera quienes tenemos enemistad o por quienes nos son indiferentes. Ahimsa es compasión. Tener compasión con un hijo no es realmente compasión, es amor natural. La compasión verdadera es la que se profesa con alguien ajeno. Ahimsa es abstenerse de cualquier expresión de la violencia hacia cualquier ser vivo, y en los tres niveles, físico, verbal y mental. Asimismo, querer a nuestras mascotas y cuidar de ellas no es una práctica de compasión. Nadie se comería a sus propias mascotas, pero solo muy pocos llegan poner la compasión por encima del deseo de saborear una trucha o un jamón ibérico. No comerse a un animal por piedad hacia él es un estado de compasión muy alto. Tanto como no hacerle daño al enemigo. A ese estadio se llega paulatinamente. No hay que flagelarse si todavía la capacidad de compasión no llega hasta allí. Pero es apropiado saber que en el yoga esta es la razón por la cual se practica el vegetarianismo. Para la salud también hay miles de razones científicas que sustentan los beneficios de la dieta vegetariana, pero son los beneficios vivos de la ciencia de Yoga los que demuestran que la compasión es el gran método para alcanzar estados de liberación del sufrimiento absolutos y permanentes.

A veces no es tan clara de ver la relación entre la compasión y el consumo de animales como alimento; sería más sencillo realizarlo si tuviéramos que tomar el cuchillo con nuestras propias manos, degollar al animal, escuchar sus alaridos, despellejarlo, sacarle las vísceras, oler tales hedores de la descomposición de su cadáver, y, finalmente, deshuesarlo, para luego convertir todo eso en un “jugoso” y “atractivo” bife expuesto en los frigoríficos ¿Sería igualmente apetitoso comer? Como generalmente el comensal no tiene que participar directamente en este proceso de muerte, se remueve la conciencia para dejar el camino libre a la atracción de los sentidos. Sin embargo, la realidad de tal proceso vibra en la carne del animal; al ingerir su carne nos hacemos también partícipes de este ciclo de violencia. Peor: el asesinato se hace más cruel y tortuoso en estos tiempos, por los métodos antinaturales e inhumanos de industrialización de los alimentos. No tiene la misma cualidad karmática alimentarse de carne producida por un campesino, quien ha dado de su propia vida para criar y cuidar de sus animales, que consumirla indiscriminadamente en una cadena global de comida rápida. En el primero de los casos, el ciclo de la acción-reacción (karma) se balancea de alguna manera en el acto natural de dar y recibir vida, mientras que en el segundo se desequilibra al tomar como alimento los despojos de una vida desnaturalizada por un proceso de crianza a base de químicos, hormonas, transgénicos, y sacrificada en una tortuosa muerte en algún matadero industrial. Eso arrebata al consumidor la posibilidad de ofrecer cualquier intercambio de energía real –vida–, al reducir tal intercambio a la mera ficción de la compensación monetaria. La vibración que se asimila en tal consumo permea molecularmente el cuerpo físico y energéticamente el cuerpo astral –alma-, y produce semillas de sufrimiento que se quedan en nosotros, que se acumulan para más tarde dar origen a situaciones que generan dolor. Si de repente nos sentimos tristes sin poder reconocer la causa, esa es seguramente la manifestación de todas esas partículas de sufrimiento que hemos consumido y cultivado inconscientemente a través de los años, en nuestras acciones, palabras y pensamientos.

En el yoga se busca llegar a un punto tal de práctica de la compasión, que permite evolucionar la conciencia de la no-violencia a tal punto que nos libera de tener que experimentar cualquier forma de violencia hacia uno mismo.

Satya: Veracidad. Cualquier mentira, tarde o temprano, causa sufrimiento. La verdad será difícil de decir, pero es mejor decirla desde el comienzo. Duele, pero es un dolor que libera, como un hombro dislocado al que reacomodan en su lugar. Así también reacomoda la verdad.


Asteya: Honestidad. No robar. Robar también causa sufrimiento, claro. No solo un objeto. Robar una idea a alguien causa sufrimiento aún peor. También robar la intimidad a otra persona.


Brahmacharya: Saber cómo reservar la energía física. Se traduce del sánscrito como celibato, pero podemos interpretarlo como contención de esta energía. Si no estamos muy conscientes de ella, será muy difícil ser fieles a la persona que amamos y eso la hará sufrir. Pero no solo tiene que ver con lo físico y sexual, también con lo emocional, con todo lo relacionado con los sentidos. Si no somos capaces de evitar comernos un plato que nos haga daño, no seremos capaces de meditar. Todo empieza por el control de los sentidos.


Aparigraha: No acumulación. Es muy válido tener abundancia, pero la sobreabundancia también causa sufrimiento y desequilibrios. Hay gente pobre en una parte del mundo y otra con demasiadas posesiones. La Tierra es pura abundancia, sí, pero el problema es que al acumular rompemos el balance natural del planeta. Está bien tener una cantidad de cosas, pero cuando comenzamos a tenerlas en exceso, allí ya está fallando algo. Eso es lo que causa los desequilibrios energéticos. Hay un “primer mundo” y un “tercer mundo”, porque el primero maneja los recursos del tercero. Todo ese juego de especulación en la bolsa, por ejemplo, es Aparigraha: ansia por tener más y más, mientras otros tienen cada vez menos. Lo que no uses porque no lo necesitas, compártelo con personas para quienes podría ser vital y lo usarían a diario.


2. Niyama: Son los cinco preceptos que nos mantienen en la práctica del yoga, los principios de autodisciplina que nos ayudan a avanzar en este camino:

Saucha: Pureza. Todo lo que queremos hacer aquí, al llevar la mente al silencio, es purificarla. Si no lo hacemos, no sirve de nada tener el cuerpo sano, porque seguiremos en el ciclo del sufrimiento. Saucha, desde el aspecto más físico hasta el más mental, es la pureza. La alineación en la postura es pureza física. El silenciamiento de la mente es pureza mental.

Santosha: Gozo, estado de contento. Este es uno de los principios más importantes para liberarse. Aprender a fluir con el presente, con todo cuando la vida nos traiga: aceptar y encontrarle contento a la adversidad. Santosha es muy poderoso, porque nos hace moderar los volúmenes de tristeza o felicidad. Si sabemos cómo bajarle un poquito a la excitación, la próxima vez que estemos tristes nos pesará menos. Se trata de manejar los decibeles de las emociones.

Tapas: Calor, fuego: el fuego purificador. Este niyama es muy visible en las posturas: quedarse durante un rato en un asana, observar del dolor que es propio del reajuste, permitir que ese dolor ocurra para liberarnos de un mal hábito del cuerpo, eso es Tapas. Cuando afrontamos ese dolor y corregimos a partir de él los desbalances físicos, nos liberamos. Es el trabajo de enfrentar la dificultad.

Enfrentar el dolor, en este caso físico, nos ayuda a conocernos y a ir más profundamente a las causas del sufrimiento. Obviamente hemos de diferenciar en la postura entre el dolor y ese dolor del reacomodo corporal, pero enfrentar este dolor liberador en la práctica de asanas, con ayuda de la respiración consciente, nos ayuda a enfrentar con más fortaleza el dolor en la vida diaria.

Svadhyaya: Es el estudio del Ser, entender cuál es el objetivo del yoga constantemente: la realización suprema. Es también el estudio de las escrituras, de los libros básicos de los que hablamos, los textos que tienen la raíz. Este niyama consiste en el estudio del Ser como si estuviéramos estudiando esos libros fundamentales, atentos a lo que la intuición nos revela. En la práctica siempre tiene que haber espacio para el autoconocimiento. Como profesores de yoga, también debemos procurar que el estudiante tenga espacio para su propia experimentación y lo que se le manifieste desde el interior, trascendiendo los límites de la simple alineación de la postura: que el alumno entre en la conciencia de cómo llegar allí.

Ishvara Pranidhana: Para alcanzar la Conciencia Suprema hay que dirigirse a ella. Con devoción o entrega hacia la Divinidad. Si ustedes quieren saber qué es la Divinidad, el único camino es la devoción. Si no ponemos devoción al asana y hacia lo Supremo, simplemente hacemos un ejercicio físico. En mi linaje, el de Sri Dharma Mittra, cuando practicamos las posturas no pensamos primero en la alineación, sino que estamos ofrendando la posición, la estamos usando como una oración viva. Si ustedes no están interesados en lo divino, pues traten de dirigir su asana hacia algo más elevado en ustedes, más allá de lo físico, paso a paso: la energía, lo mental, la conciencia, etcétera. En últimas, terminarán preguntándose sobre la fuente de todo eso.

Estos son los yamas y niyamas. En conclusión, si sus vidas están establecidas en ellos, pase lo que pase, sus seres internos siempre les ofrecerán la intuición para saber qué hacer frente a las vicisitudes.

Sigamos con los siguientes seis pasos del yoga.

3. Asana: Ya lo hemos dicho abundantemente, pero aquí agregamos que si estamos conscientes del cuerpo físico y lo liberamos de las malas posturas, todos los órganos funcionarán armoniosamente, la estructura ósea estará sana, toda la fisiología fluirá mejor. Mantener la postura natural, con la que vinimos al mundo, nos ayudará a mantenernos balanceados. Las asanas mantienen el cuerpo saludable y fuerte para avanzar en el camino del yoga, en los siguientes cuatro pasos del Ashtanga yoga que van más hacia lo interno y elevado, que son los que siguen.

4. Pranayama: El control de la energía vital, el prana. Allí no solo entra la respiración (que es el medio directo para recibirla), sino la comida. Las comidas que dan más energía viva y las que dan menos. Más allá de las proteínas, vitaminas y aminoácidos está la energía viva. Los alimentos que nos dejan listos para hacer asanas, correr, o lo que sea, esos son los que tienen más prana. Perfecto balance, por tanto. Los que nos dejan con energía para apenas movernos, aunque tengan mucha proteína, esas no tienen energía viva. Más importante que las proteínas es el oxígeno en las comidas. Un alimento muerto ya no lo tiene, como la proteína animal que, además, ha sido cocida, porque en el proceso de cocción los alimentos botan el agua, y, por tanto, sus moléculas de oxígeno. La proteína muerta tiene que ser activada por las enzimas para resucitarla; la viva es directamente prana: oxígeno.

El pranayama también tiene que ver con las relaciones afectivas, las emociones con las que nos movemos en ellas. El control de la respiración nos ayuda a controlar las emociones y, al hacerlo, tenemos acceso al control de la mente y de allí, en adelante, comenzamos a entender lo que subyace: el espíritu. Lo bonito del yoga es que nos hace entender que lo que hacemos nos da más o menos energía y, a más energía vital, más vida, más liberación, más autorrealización.
El pranayama nos ayuda, entonces, a controlar la energía y, por tanto, de los sentidos, que son su manifestación.

5. Prathyara: De eso se trata este paso del yoga, del control de los sentidos. Más allá en el camino hacia el control de la mente. Los sentidos tienen relación directa con las emociones. Cuando estamos enfadados, normalmente hiperventilamos y nos quedamos sin energía; cuando estamos nerviosos, dejamos de respirar bien y el oxígeno deja de llegar a las células. Cuando estamos tranquilos, serenos, oxigenamos todo el cuerpo y es más fácil calmar las emociones, los sentidos y, por tanto, la mente.

6. Dharana: Con los sentidos aquietados, es más fácil llegar a este paso, el de la concentración, que es la fijación de la mente en un objeto durante un tiempo prolongado, sin distracciones. En la medida en que practicamos más la concentración, podemos entrar en estado de meditación.

7. Dhyana: La meditación es la fusión de uno con el objeto en el que nos concentramos. Nos volvemos ese objeto, somos uno con él. Ya no se trata de saber cómo pasa o qué es, sino Ser. La meditación nos acerca al estado de unión que es el yoga. Pasamos al estado supra-mental.

8. Shamadi: Es la iluminación. El estado de la Conciencia desde la Conciencia. Hay dos categorías de Samadhi que llevan más o menos a ocho estadios diferentes. Si alcanzamos el Samadhi, pasamos después por varios pasos hasta llegar al Samadhi supremo que es la fusión con el Todo. Es algo más profundo de lo que podemos expresar con palabras. La práctica de meditación, sobre todo de meditación colectiva, nos lleva a un proceso de realización cada vez más elevado.

LOS CAMINOS DEL YOGA

Si el yoga es la unión con la Conciencia Suprema, ¿cómo se logra eso? Como ya hemos visto, por un proceso, como dicen los Yoga Sutras, de aquietamiento de la mente, para dejar de identificarnos con sus fluctuaciones y reflejos, entrar en la esencia del espíritu y desde allí ser parte de la Conciencia Suprema. Esa es la cúspide de la montaña del yoga. A esa montaña se la escala por varios flancos y cada flanco tiene un camino:

El Hatha-Raja Yoga. El Hatha comprende la práctica integrada de Asana, Pranayama y Prathyahara, mientras el Raja se refiere a la integración del Dharana, Dhyana y Samadhi. Sin yama y niyama no se puede alcanzar el yoga, así que como camino hacia la autorrealización es mejor referirse, y sobre todo dedicarse, al Hatha-Raja Yoga, los ocho pasos completos del yoga, como uno solo. Aquí se comienza por explorar la dimensión física para luego adentrarse a la realización de la dimensión energética del cuerpo, desenmascarando las emociones; luego la mente y, por último, el espíritu. Por eso decimos que el asana es la puerta de entrada desde lo externo a lo interno.

El Bakti Yoga es, por su parte, un camino para entrar más directamente al espíritu. Lo estimulamos con la actividad devocional: cantos, meditación dirigida a lo Supremo. La oración de cualquier religión, por ejemplo, es Bakti Yoga. La devoción rige el entendimiento de la Conciencia Suprema. Recitar mantras forma parte de esto, incluso cuando lo hacemos durante la práctica de asanas. Tanto nos dirigimos a la conciencia hacia lo Supremo que lo Supremo empieza a llenarnos. El Bakti es el más alto de los yogas porque lleva al aspirante directo hacia la práctica del último de los niyama, Isvara Pranidhana, devoción hacia la divinidad.

El Karma Yoga, el camino de la acción desinteresada, del servicio, es también uno de los más efectivos. Es el camino de servir sin esperar los frutos de ese servicio, sin esperar los resultados. Ese servicio nos ayuda a limpiar el ego. Vivimos en un mundo de acción. Cuando practicamos mucho Karma Yoga, estamos más en pro del otro, nos liberamos del ego, que es el que nos produce sufrimiento. Porque el ego tiene siempre dos caras, la que queremos y la que no queremos, y la que no queremos siempre se manifiesta. El Karma Yoga nos enseña a ser desinteresados y, así, aquietamos la mente, entramos en conciencia colectiva y, por ende, en la Conciencia Suprema. Llegamos a la cúspide de la montaña.

El Jnana Yoga es el camino del conocimiento. A través del conocimiento comenzamos a abrir las limitaciones de la mente; cuando la mente se expande también se calma. Al abrir la perspectiva de las cosas, las experimentamos. Por eso decimos que el yoga es práctica. Mi maestro dice que el conocimiento es el gran purificador. Por ejemplo, si sabemos el daño que nos hacen los apegos, nos liberamos de sufrimiento. Si entendemos el funcionamiento del prana y una persona querida muere, es más fácil para nosotros soltar el apego hacia ella y sufrimos menos. Si entendemos que la conciencia es eterna, es más sencillo enfrentar la muerte física. Cuando el conocimiento es más amplio, nos ayuda a llegar a la realización suprema de las cosas.

El Raja Yoga. Aunque ya lo hablamos previamente, el Raja Yoga, como senda específica del yoga, se refiere a la práctica interna; la dimensión mental permitida por el previo control de los sentidos hacia la revelación espiritual. Dharana, la concentración mantenida sin interrupción, se convierte en Dhyana, y por este estado de meditación se entra al Samadhi, primero desde los estadios mas básicos de la iluminación. Estos tres pasos definen el Raja-Yoga, el Yoga Real (en el sentido monárquico de la palabra) como camino hacia la revelación absoluta de Realidad.

Tradicionalmente solo son reconocidos como las cuatro sendas del yoga el Karma, el Raja, el Jnana y el Bakti, pero también es posible incluir ramificaciones de estas cuatro, como el Kundalina y el Yantra.

El Kundalini Yoga. Por el movimiento se estimula la energía reservada en la base de la columna, se despierta esa energía y fluye por el canal central del cuerpo sutil. Esa energía asciende a lo largo de la espina dorsal, paulatinamente; cuando esta kundalini asciende, se abren los chakras. Cada chakra es un nivel de conciencia superior y así también se puede llegar a la autorrealización suprema.
En la práctica de asanas puede ocurrir el mismo proceso; sin embargo, recordemos que sin aplicar los principios de los yama y niyama habrá siempre bloqueos que no podrán ser liberados.

El Yantra Yoga, por su parte, es la visualización de los campos energéticos de la geometría sagrada.

Todos estos caminos, integralmente, tienen que ver con los ocho estadios del yoga. Todos están interrelacionados. En Bakti, por ejemplo, hay mantras, pero también hay una postura, como en Hatha. (Esa postura puede ser en movimiento, como en el Kundalini). En el Bakti también hay Pranayama: el canto es una exhalación con sonido. El Dharana ocurre por la concentración en los sonidos del mantra, y, en lo que representa, se da el Jnana. Luego por la repetición sostenida de esos sonidos entramos en Dhyana, la meditación profunda, y nos acercamos al estado de iluminación. Y así los ocho miembros del yoga siempre están presentes en todos los caminos mencionados.

Quizás el vehículo más difícil para llegar a la autorrealización suprema es el asana, porque desde allí nos enfrentamos a la compleja tarea alcanzar lo más interno a partir de una práctica en principio meramente externa. Por ello se hace imprescindible integrar el yama y niyama a las posturas, pues de otra manera será imposible trascender al nivel espiritual de nuestra Unicidad Universal.

Om, Shantih, Shantih, Shantih.

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